Dos hermosos sonetos de Quevedo.

Cómo de entre mis manos te resbalas,
Oh, cómo te deslizas, edad mía,
Qué mudos pasos traes, oh muerte fría,
pues con callado pie todo lo igualas.

Feroz de tierra el débil muro escalas,
en quien lozana juventud se fía,
mas ya mi corazón del postrer día
atiende el vuelo, sin mirar las alas.

Oh condición mortal Oh dura suerte,
Que no puedo querer vivir mañana,
sin la pensión de procurar mi muerte.

Cualquier instante de la vida humana
es nueva ejecución, con que me advierte
cuán frágil es, cuán mísera, cuán vana.
Cargado voy de mí, veo delante
muerte, que me amenaza la jornada:
ir porfiando por la senda errada
más de necio será que de constante.

Si por su mal me sigue necio amante
que nunca es sola suerte desdichada,
ay, vuelva en sí, y atrás, no dé pisada
donde la dio tan ciego caminante.

Ved cuán errado mi camino ha sido;
cuán solo y triste y cuán desordenado,
que nunca ansí le anduvo pie perdido:

Pues por no desandar lo caminado,
viendo delante y cerca fin temido,
con pasos, que otros huyen, le he buscado.



















En 1663 se imprimió la primera biografía de Francisco de Quevedo, la de Pablo Antonio de Tarsia, abundante en anécdotas; posteriormente vendrán las de Aureliano Fernández Guerra en el siglo XIX, donde se le pinta como un hombre de estado, y la de Jauralde Pou (1998) en el siglo XX... Para saber más pulse aquí.

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