Ir y quedarse...

Ir y quedarse y con quedar partirse,
partir sin alma e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse.

Arder como la vela y consumirse,
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse.

Hablar entre las mudas soledades,
pedir prestada sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno.

Creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma, y en la vida infierno.

 Lope de Vega, denunció la situación en su comedia Belardo furioso y en una serie de sonetos y romances pastoriles y moriscos, por lo que un dictamen judicial lo envió a la cárcel. Reincidió y un segundo proceso judicial fue más tajante: lo desterraron ocho años de la Corte y dos del reino de Castilla, con amenaza de pena de muerte si desobedecía la sentencia. Para saber más pulse aquí.

Solo sé puede dañar a los vivos…


“Solo sé  puede dañar a los vivos…quienes estamos  muertos no le tememos a nada. Aun así  te atreves a abrir mi tumba. No me subestimes, no  me busques, no   espíes, no me provoques, no me acorrales, no me   enfades. No pretendas jugar con mi mente.

 ¡Aléjate! ¡Aléjate!  ¡Aléjate!

No tengo  nada que te pertenezca. No te otorgo el  derecho  de romper los   sellos de mis ataúdes, buscando conocer el esqueleto de mis estructuras   mentales, son complejas…nunca las entenderías.

Yo soy la  artista, yo las pinto, las recreo  y las muestro si deseo al mundo entero, sin avergonzarme de  ellas ¡Total! El que nada tiene, nada pierde y el que   nada debe, nada teme.

Márchate   en paz, no cargues sobre mis cansados huesos las piedras  de tu cómoda   casa. Ni tus inseguridades  vestidas de oro  y armiño  .No me  muestres tus puntos débiles, no uses conmigo malas estrategias.

Déjame   dormir que estoy cansada y  si aun así persistes,  recuerda  que no  soy nada paciente, pero  hice gala de ello  no por mí…fue  por Uds.

¡Aléjate!  ¡Aléjate!   ¡Aléjate!

Déjame en mi mundo de cristales rotos, de espejos quemados, de anillos de fuego, de enormes espirales  y rosas mustias. No me despiertes pues mis rugidos   pueden  resonar  por siglos.

¡Aléjate! ¡Aléjate! ¡Aléjate!

¡Te desconozco profana  melancolía!”


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