Ya, por favor, ya y Que frío, sonetos

 ¿Por qué te aferras como musgo al tallo
de mis recuerdos a quedar prendida,
si se agotó el capítulo de vida
donde las flores ya no son de mayo?

¿Por qué te aferras, como estruendo al rayo,
al esclavo mental que no te olvida,
si busca el pensamiento que te anida
dejar de ser tu crónico vasallo.

El oro en el desierto no hace rico:
ya no me hagas vivir como demente
que de ésta mi añoranza ya claudico.

Salte ya, por favor, ya de mi mente
Déjame en libertad, te lo suplico.
Mas pareciera que te digo.Vente.
Qué frío. Cuánto frío me congela
adentro de la fosa de tu olvido,
si en el abandonado y yermo nido
el ave de tu indiferencia vuela.

En este cementerio, cuánto hiela
con el cadáver de tu amor tendido,
de todas tus miradas excluído
y que toda sonrisa me cancela.

Qué frígido glaciar tu indiferencia,
sin nada ya de lo que fuera mío,
con nada, más que acaso con tu ausencia.

Nada de ti, anochecer sombrío,
que en ese témpano de la abstinencia,
tu abandono congela. Ay, cuánto frío.





















En el siglo xiv fueron muy importantes los sonetos amorosos de Dante Alighieri, dedicados a su amada Beatrice Portinari, y recogidos en su libro Vita nuova. Pero el sonetista más influyente de la centuria fue el poeta aretino Petrarca, en cuyo Cancionero el soneto se revela como la estructura más adecuada para la expresión del sentimiento amoroso. A través de la influencia de Petrarca, el soneto se extiende al resto de literaturas europeas...Para saber más pulse aquí.

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